Entre tus piernas
el sol
reflecta bragas de
oro.
Y me duermo
sosegado por el mar
desde el lado del
contorno de tus senos.
Por llegar a ti,
cruzaré cada noche el Helesponto
como un Leandro de
pies desorbitados.
Quiero ser
estrella arrinconada, anidando dentro de tu ombligo
y deshojar tu risa
a cañonazos,
tirar del hilo de
Ariadna de tus labios,
lamer la salvia
que escurre por tu pecho
y llorar estrellas
encendidas
por las noches que
no pueda ofrecer
tu cuerpo en algún
templo.
En mi plegaria, tu
sexo,
que otro tiempo
tomé como tributo.
Tu sangre es el
cáliz del deseo
que beberé del
surtidor preciso
y
del anhelo de saberte mía,
arrancaré
tus piernas del espejo.