Me dijiste que yo era como tú
porque también tengo el diablo sentado
en el hombro.
Me hablabas de cruces-coordenadas
del tótem de la vida,
o más bien de la muerte,
de raptos de la fe, en definitiva.
Para los dos la vida es un lo mismo,
una danza de malditos que avanzan
entre la cosificación de lo real y
la conceptualización descubierta del
objeto,
y así, necesariamente,
llegar hasta el vacío.