He perdido la cuenta de los días de
encierro
en mi cubículo transparente,
abriendo la mampara que revela hedor de
senectud.
Si hubiese atravesado otros planetas
paralelos y cruzado océanos de tinta o incluso de mar, para
sumergirme en esas vidas etílicas, sin freno, sólo entonces saldría
airosa.
Sin embargo, nuevamente no hay imágenes
en continuidad.
Me cuelgo del verbo
me arrastro costillas abajo
para poder escribir este punto.