Hay campos de amapola
convertidos hoy en crisantemos. Hay
una llave que otea el horizonte
sin hallar posibles cerraduras.
(Mariposas de alas cercenadas
como clítoris roto).
Hay cruces de alabastro
y en el lugar del vino y de las rosas
hay hedor de rosas putrefactas.
Me asomo al cementerio de mis días:
ha muerto el ser humano.
Nadie llama a la puerta carcomida.
La sombra del ciprés en su vaivén,
se jacta de los días
azules del pasado
ya sin panes ni peces.
¡Danzad, danzad, malditos!
sobre lodo y agua destilada
libre ya del clamor de las termitas.